
Llueve...
mis caderas sueñan
con tus manos lentas.
Procuro disolver las ansias
que huelen tu nombre,
esconder caricias inquietas
entre paréntesis de espera.
Llueve...
transito el misterio de la distancia,
lo acorto.
Desato las lianas que me visten
y sutil como un halo
rozo tu alma vagabunda,
tus piernas sedentarias.
Me amoldo dispuesta
a tus valles y a tus saltos
entre lavandas y almendras
hasta otra vez.
.
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