La tarde derrama
su rojo incendiario
de escasos escrúpulos
y verdades fatigadas.
Sus llamas lamen las paredes
y en mi cuarto todo es África
seca y sedienta de oasis,
de jirafas tubulares
corriendo el horizonte en empalizada.
¡Si hasta mis collares blancos
son colmillos de rinocerontes
listos para morder lejos de sus quijadas!
Se suda al calor
y se extraña el viento
en este enero de ropas mojadas.
Las burbujas de lava
que orillan el cráter telúrico,
pronto serán estallido de alquitrán
sobre mosquitos que braman.
Pompeya hecha fósil salta por la ventana,
buscando el fresco de la noche
se escapa,
en su éxodo mueve una brisa que apenas llega
y se apaga.
.
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