con el deseo latente
que no claudica ni se espanta
en su hambrienta delgadez
mientras las ratas comen mi lomo y mi nariz
y las peras
van
cayendo
como
goteras
en
mi
cuenco
sigo esperándote
con el mismo ardor
aunque la escarcha quiebre mis manos
con sus ventarrones
sigo esperándote con alegría en las lágrimas
¡pobres los que no entienden de
recovecos y
pasadizos...!
habrá un día
una hora
para el segundo nuestro
mi vida
se atesora
por ese
tiempo
apretado
en un dedal
Parece que Ulises navega en aguas más extensas, que las de larga trayectoria sufridas por Eneas y con menos compañía que los argonautas de Jasón. Cuando Ulises llegue la Penélope ¿cuántas hebras de lágrimas se habrán deshecho?
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