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(Ojalá lo haya interpretado debidamente. Con el mayor respeto.)
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Regresó de batallas crueles
El Profeta,
comandando un ejército de mortales
reforzado por tropas de ángeles invisibles,
cinco mil a su disposición.
De rostro sereno,
y amables modales
anhelaba impaciente
la boda con su nueva esposa,
doncella de cabellos y ojos azabaches
engarzados en piel de aceitunas.
Convocó a un banquete multitudinario
que se hizo presente
¡generosa invitación...!
Se comió, se bebió
y llegado el justo momento
fue el gracias y el adiós.
Sólo tres convidados indiscretos
no se despedían,
lerdos demoraban el diálogo de besos,
la fruición.
Ella esperaba en el lecho nupcial
perfumándose los senos,
él desde lejos olía el convite
desandando los pasos
hacia el secreto mejor.
¡Pobre del hombre
que no entienda sin palabras...!
Dándoles la espalda en inusual enojo
traspasó el umbral del aposento,
con un pie dentro el otro afuera
y ante el rubí que se aproximaba
bajó del cielo entre plegarias
un velo, un telón.
Guardián celoso del pudor y su misterio,
cortina entre dos hombres,
límite entre lo público y lo privado,
lo sagrado y lo profano,
el velo,
símbolo vivo de una civilización.
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A mi me pareció bellísimo. Besos. Magda
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