EN UNA PLAYA ESPECIAL

Sentada en la playa observo y descubro
que en la deformidad física
habita un extraño encanto
una seducción que amarra al desprevenido
a una curiosidad perversa.

Mezcla de dolor
y desparpajo que linda con lo obsceno
un joven desafía el pavor que genera
sabiéndose reflejo
de la monstruosidad oculta en los otros.



Picasso está en la playa
y un cíclope ríe bocanadas de espuma
cuando la realidad somelte a hachazos la fantasía.

Su tórax sostiene la cabeza.
El tronco sin piernas ni brazos.
De los hombros germinan dedos como guantes vacíos
y del ombligo un par de abanicos abiertos como pies.
Alicia ya tiene su naipe de maravillas.

Un totem enigmático que prolonga distancias
sobre una playa pesada de ida y vuelta
cuando se desliza sobre el rechazo
de buitres y tiburones
que picotean y arrancan sus cintas desteñidas
bajo un sol que se eleva en un mar indiferente.

Jinete de huellas extrañas en la arena
se muestra y juega sin temor a la próxima ola
al desgarbado remolino
y su tentadora vocación
de desarticularlo todo
embistiendo rocas contra rocas
enredando boyas de pescadores.
Temo por el anunciado chamán de América Andina.

La deformidad es parte del arte
su vanguardia, su historia
jactancia de lo imperfecto
belleza en el error
sin reglas ni estatutos
desorden natural
bajo el sol perpendicular de enero
sin sombras en pleno medio día.

¿Acaso no es posible el diseño de la perfección
a partir de un sin fin de deformidades
cosidas una a una
día tras día?
Tal vez sean olvidos, confusiones
de la divinidad cuasi perfecta
en interminables noches de insomnio
en las que sobrelleva su penosa infinitud .

Anclada en mis pensamientos
mis piernas de pronto se desprenden de mi
huyen por la playa humeante hacia el mar
y mi tronco aterrado cae sobre la arena.
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